En los próximos días estará a la venta el nuevo número de RAÍCES, que se dedica al tema de la justicia. Aquí el texto del editorial: ¿Con qué derecho y con qué justicia? La voz del sermón de Adviento en 1511, de fray Antonio Montesino, aún retumba en nuestros oídos: ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios?”  “¿Estos, no son hombres?”

El grito de Montesino expresa la indignación sobre la injusticia que se cometía en nuestra isla contra los indígenas hace más de 500 años. Y no se quedó ahí. El grito se transformó en una lucha larga y lenta por una legislación más equitativa. Las leyes de Burgos y el derecho internacional actual están asentados sobre la tradición directa del sermón de Adviento.

¿Con qué derecho y con qué justicia? seguimos preguntando hoy y nos sentimos indignados frente a la corrupción, la violencia y la impunidad. ¿Con qué derecho se utilizan los cargos del Estado para enriquecerse personalmente o para ayudar a amigos? En su mensaje del 27 de febrero de 2015, los obispos dominicanos afirman:

De no castigarse ejemplarmente los casos de corrupción en el Estado, no se podrá esperar de la mayoría de la población un uso honesto de los bienes públicos ni una actitud de colaboración en beneficio de la convivencia ciudadana.

También hoy la indignación tiene que traducirse en un trabajo paciente y perseverante por una sociedad más justa y equitativa, guiado por un  sentido autocrítico de nuestro propio actuar que, muchas veces y sin proponérnoslo, contribuye a perpetuar esa situación de corrupción, violencia e impunidad que tanto queremos erradicar.

¿Con qué derecho? – ¿Estos no son hombres? Hay derechos que se adquieren y derechos que tenemos por el simple hecho de ser humanos, de ser persona. El filósofo Immanuel Kant hace más de 200 años insistió en un imperativo categórico que no tolera excepción alguna: siempre hay que tratar al ser humano como un fin en sí, nunca puede ser simplemente un medio para otros fines. La injusticia deshumaniza a los que tienen que sufrirla y deshumaniza aún más profundamente a quien la comete.

¿Estos no son hombres? Esto vale también para los enfermos e incurables, los drogadictos, los forasteros, los presos, los que aún están en el vientre materno, los indocumentados y los marginados por mil razones. La injusticia, que no respeta el derecho del otro, destruye la convivencia humana. Somos responsables por la justicia. Es nuestra tarea. La injusticia que nos rodea no puede dejarnos indiferentes, tenemos que hablar de ella, tenemos que luchar contra ella: Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia.

Hace unos 50 años, el CELAM, reunido en Medellín para su II Conferencia general, formuló al inicio de su documento conclusivo:

Existen muchos estudios sobre la situación del hombre latinoamericano. En todos ellos se describe la miseria que margina a grandes grupos humanos. Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo.

Desafortunadamente, estas palabras aún no han perdido nada de actualidad. Por eso, hablar de la justicia siempre implica señalar las injusticias. Este número de RAÍCES, dedicado al tema de la justicia, tampoco puede dejar de hacer referencia a algunas de las injusticias que nos rodean.

Abrimos la revista con una visión general de los significados múltiples de justicia, presentada por el p. Martin Florentino. Pasando por el Antiguo y Nuevo Testamento, la filosofía de Platón, Aristóteles y Tomás de Aquino, culmina en las diferentes relaciones que definen la justicia.

De manera magistral, Javier Martínez nos introduce en las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia sobre la justicia. La virtud de la justicia muestra claramente que nadie puede ser cristiano por sí solo, vivimos en una sociedad y la justicia necesariamente se manifiesta en su dimensión social y política.

La violencia es una de las realidades más preocupantes que vivimos en estos momentos en República Dominicana. Esta violencia es una manifestación de la injusticia. El p. Ramón Alberto Núñez nos presenta reflexiones y estadísticas sobre la violencia, signo alarmante de una descomposición social  en nuestra sociedad.

Una de las injusticias que gritan al cielo es el abuso sexual de menores. Si este crimen es cometido por ministros de la Iglesia, el grito se hace aún más estridente. El p. Martin Lenk presenta algunas reflexiones al respecto.

El documento conclusivo de la V Conferencia del CELAM en Aparecida (DA 427) nos habla de que en América Latina hay:

…recintos penitenciarios inhumanos, caracterizados por el comercio de armas, drogas, hacinamiento, torturas, ausencia de programas de rehabilitación, crimen organizado que impide un proceso de reeducación y de inserción en la vida productiva de la sociedad. Hoy por hoy, las cárceles son con frecuencia, lamentablemente, escuelas para aprender a delinquir.

Lamentablemente, sentimos que esta es una descripción bastante atinada de la cárcel de La Victoria. Un preso, conocido por la redacción de RAÍCES, nos comparte sus experiencias.

La trata de personas es uno de los crímenes más abominables. Patricia Grau Evertz nos da una visión sobre esta triste realidad, tan presente en el mundo y en nuestro país.

La mujer del Caribe, fuente de vida y esperanza, es el tema de una de las dos poesías de la hna. Teresa Libardi que publicamos, junto con una reflexión orante frente a tantas injusticias. Una reseña del libro El matrimonio y la familia. Fundamentos bíblico-teológicos y pastorales, del p. Mario de la Cruz Campusano, completa este número de RAÍCES.

La lucha por la justicia necesita la fe, la esperanza y el amor: la fe de que nuestro actuar en favor de la justicia nunca será un esfuerzo perdido; la esperanza en que la injusticia y el abuso no tienen la última palabra, y el amor para que la justicia misma no se convierta en inhumana y cruel.

En sintonía con el Plan de Pastoral de la Iglesia dominicana, dedicaremos el próximo número de RAÍCES a la Eucaristía, fuente y culmen de nuestra fe.