La Eucaristía y el mundo. Dos manos ofrecen, desde el mundo, los dones eucarísticos de pan y vino. El mundo lleva a Dios lo que recibió de Él.
La Eucaristía y el mundo
Dos manos ofrecen, desde el mundo,
los dones eucarísticos de pan y vino.
El mundo lleva a Dios lo que recibió de Él.
Entregamos lo que tenemos y lo que somos.
Con el pan llevamos el trabajo, esfuerzo y sudor,
con el vino nuestro gozo y alegría.
Dios recibe los dones, y con su Espíritu
los transforma en el misterio de su presencia.
Sus manos devuelven al mundo los dones
y lo alimentan con su presencia divina.
La Eucaristía, en cierto sentido, se celebra siempre sobre el altar del mundo. El mundo no es un lugar de la ausencia de Dios. El mundo es lugar eucarístico por excelencia: en él encontramos la presencia escondida de Cristo, en él vivimos su entrega, en él se realiza la comunión, y a este mundo somos enviados en misión.
“Siendo muchos formamos un solo cuerpo” (1 Cor 10,17): somos un único cuerpo de Cristo y aunque este cuerpo sea múltiple, está unido por el amor. Y no se puede dividir el amor. Amor a Cristo es amor a su cuerpo en todas sus dimensiones.
Amamos al Cuerpo de Cristo nacido de la Virgen.. Amamos al Cuerpo de Cristo en la Eucaristía. Amamos a su Iglesia, el Cuerpo de Cristo que camina en la historia. Y amamos al Cuerpo de Cristo en nuestros semejantes, especialmente en los más necesitados.
La Eucaristía es don inagotable. Bebamos de su fuente. Saquemos todos de ella para impulsar la misión de la Iglesia. El misterio de la presencia de Cristo en la Eucaristía difícilmente se deja expresar en palabras. ¡Pero no podemos callar! Por esto hablamos y presentamos algunas dimensiones del misterio eucarístico en este número de RAÍCES.
La Eucaristía no es un sacramento más entre los siete sacramentos. Ella es el fin de todos los otros sacramentos. El p. Abelino Reyes nos lleva directamente al centro de las reflexiones sobre la Eucaristía, como “fuente y cumbre de la vida cristiana”.
La Eucaristía, fuente de comunión, entraña un compromiso con la comunidad, un compromiso social. El p. Willian Arias nos lo explica desde el texto eucarístico de la multiplicación de los panes. Si recibimos a Cristo, pan de vida, tenemos que escuchar también como él nos dice: “Denles ustedes de comer.”
Profundizamos más en el tema de la fraternidad y solidaridad eucarística desde la Primera carta a los Corintios. Esta comunidad cristiana, fundada por el mismo Pablo, estaba una y otra vez amenazada por divisiones y, por eso, él les dedica una profunda reflexión sobre la relación entre la fraternidad y Eucaristía. La Hna. Magdalena Medina en su estudio nos muestra que los textos de san Pablo no han perdido nada de actualidad.
“El pan que yo les daré es mi carne… ¿Cómo puede éste darnos su carne de comer?” Aún resuena la pregunta incrédula hecha hace unos dos mil años en la sinagoga de Cafarnaún. Conocemos pan de trigo, de maíz y de batata, pero ¿pan de carne? La Hna. Ángela Cabrera nos da un análisis profundo sobre este “pan de carne”, fruto de la encarnación del Verbo, que nos invita a “permanecer en Él para siempre”.
Los sacramentos y la liturgia son instituidos por Jesucristo. El p. Octavio Sánchez nos da una novedosa interpretación de esta afirmación de fe, ya que la Última Cena abarca, en cierto sentido, toda la liturgia; Jesús instituyó la liturgia en ella.
Haz de mi vida Eucaristía, es la petición que podría sintetizar el artículo del p. Martin Lenk, quien nos brinda una reflexión profunda de las palabras de Jesús al momento de la consagración. Celebrar la Eucaristía y vivirla van juntas. Celebramos en la Eucaristía lo que vivimos en el mundo y somos enviados a vivir lo que celebramos.
“Esto es mi cuerpo entregado por ustedes”. Partiendo de estas palabras, Fray Timothy Radcliffe desarrolló la relación entre afectividad y Eucaristía. Agradecemos al p. Ramón Alberto Núñez sus reflexiones a propósito de este texto. Las palabras eucarísticas de la entrega del cuerpo nos recuerdan el sacramento del matrimonio: “Me entrego a ti y prometo serte fiel”. Igual podemos leerlas desde la castidad de los consagrados, pues esta—precisamente en su renuncia— es una entrega del cuerpo por amor.
Leonor Asilis nos presenta una serie de “testimonios eucarísticos” con los cuales nos sentimos invitados a ponderar de nuevo la presencia eucarística en nuestras vidas, las gracias y fuerzas que emanan del sacramento y nos impulsan a dar testimonio del amor de Dios.
El Señor nos da a comer su cuerpo y con esto le da su dignidad a cada persona humana. En una entrevista para RAÍCES, el p. Antonio Lluberes presenta al p. Miguel Ángel Gullón, quien nos habla de la lucha de la Iglesia por la dignidad humana. La Eucaristía nos compromete con esta lucha, que nos hace ver que la “utopía”—es decir el “no-lugar”— de la dignidad humana tiene su lugar seguro en Dios.
Ningún teólogo se ha esmerado tanto para describir y cantar el misterio de la Eucaristía como Santo Tomás de Aquino. El p. Octavio Sánchez nos ofrece una investigación teológica sobre la centralidad de la humanidad de Cristo en la doctrina eucarística del Aquinate. Cuando Santo Tomás habla de la causalidad instrumental de la humanidad de Cristo podríamos pensar en algo como una mecánica sacramental, pero Tomás no trata de cosas, sino que nos habla de una relación personal. Y la gracia no es otra que el Señor mismo que se nos da a través de su humanidad, como Dios y Hombre, en la Eucaristía.
Concluimos esta revista con la primera parte de un estudio del p. Antonio Lluberes sobre la Iglesia Dominicana, sus “hechos, retos y críticas”. Con esto nos presenta una parte significativa del contexto en el cual vivimos nuestra fe.
El futuro de la fe está en los jóvenes. Por esto el tema del sínodo de los obispos este año en Roma será: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. En sintonía con este tema, dedicamos el próximo de RAÍCES al estudio de la juventud dominicana.